Apenas regresaba de una comisión en el Congreso, cuando la estudiante y jefa de informaciones del semanario “Cambio”, Melissa Alfaro Méndez, halló un sobre dirigido al director de la publicación. Al abrirlo, este explotó en el acto. Su muerte registró, para mediados de 1991, el segundo caso de asesinatos por sobres bombas, dirigidos por un comando paramilitar durante el gobierno de Alberto Fujimori.
Por Mireya Fabián
Era la tarde del 10 de octubre de 1991 cuando Norma Méndez celebraba el cumpleaños de su amiga Victoria en su casa de Breña. En la pantalla del televisor del comedor de pronto leyó pasar el nombre de su hija en letras pequeñas: Melissa Alfaro Méndez. Norma se paró del asiento para observar con mayor claridad: ¿ por qué el nombre de su hija aparecía en la televisión? Su amiga Vicky, recién enterada de los hechos, intentó distraerla pero fue imposible. Norma sabía que algo malo había pasado con su “Meli”. Decidió coger sus cosas y dirigirse al semanario Cambio, ubicado en la avenida Petit Thouars N°2367, en Lince, lugar donde su hija trabajaba hace dos años como reportera. Vicky intentó detenerla pero fue imposible, así que decidió acompañarla. Por sugerencia de esta última, Norma decidió ir primero a la comisaría de Petit Thouars para averiguar lo que ocurría.
Diez minutos después de llegar, Méndez no había recibido respuesta alguna sobre la situación de su hija. Angustiada, se acercó a uno de los policías para preguntarle por Melissa . “¿Qué relación la une a usted con ella?”, le preguntó el oficial, “es mi hija”, contestó Méndez. “Ah ya, ha muerto”, respondió. Sus palabras la dejaron en silencio e inmóvil, por unos segundos.
Norma aguantó el dolor y se dirigió de inmediato a Cambio, semanario que desde hacía algunos meses venía publicando, al igual que otros diarios de la capital, casos sobre desapariciones y asesinatos perpetrados por aparentes grupos paramilitares durante el gobierno de Alberto Fujimori. Norma recorrió a paso ligero las quince cuadras que la separaban de la revista.
“Me voy al semanario porque mi hija ha muerto y tengo que despedirme ” le dijo, entre agitada y nerviosa a su amiga Vicky , quien desde un carro particular, logró alcanzarla.
Había iniciado apenas el segundo año de gobierno de Alberto Fujimori, en 1991, cuando comandos de las fuerzas del orden iniciaron una persecución indiscriminada hacia personas acusadas de simpatizar con grupos terroristas. En regiones fuertemente golpeadas por la violencia subversiva, como Ayacucho, las denuncias por desapariciones y asesinatos a civiles apuntaron, nuevamente, a la Policía y las Fuerzas Armadas.
En Lima, el seguimiento por parte de estos grupos paramilitares se hizo más selectivo. En un escenario en el que cualquier militante de izquierda era señalado como terrorista, los periodistas del semanario Cambio, dirigido por el abogado y también periodista Carlos Arroyo Reyes, fueron acusados de tener simpatías con el MRTA, por su orientación política.

Pese a compartir algunas ideas propias con este grupo, nunca existió tal afiliación, recuerda Yehude Simón, ex congresista y columnista del semanario: “Éramos un semanario de izquierda algo radical pero definitivamente no teníamos una direccionalidad con el MRTA, no teníamos que ver en absoluto con ellos”.
Aunque periodistas como Arroyo y Simón negaron estos hechos, desde el gobierno de Alan García Pérez (1985-1990) las acusaciones se posaron sobre ellos. La llegada de Alberto Fujimori al gobierno y la creación de una nueva estrategia paramilitar ideada para eliminar a presuntos terroristas marcó el destino final del semanario.
El sobre contra Augusto Zúñiga Paz
Fue el 15 de marzo de 1991 cuando se registró el primer caso de envíos de sobres bomba. El abogado Augusto Zúñiga Paz, miembro de la Comisión de Derechos Humanos (Comisedh), venía trabajando en la investigación de la desaparición del estudiante universitario Ernesto Castillo Páez (1990), a manos de miembros de la policía de Villa El Salvador, cuando halló un sobre manila en su escritorio.
Un presentimiento del abogado llevó a que decidiera abrirlo con los brazos extendidos, dentro de su oficina ubicada en el local del Comisedh, en Jesús María. Al instante, el sobre explotó, destruyendo su antebrazo izquierdo. La distancia entre su rostro y el explosivo ubicado al interior de la carta, le salvó la vida. Su brazo izquierdo fue su única pérdida.
Entre los periodistas que recogieron el caso de Zuñiga estaba Melissa Alfaro Méndez (23), reportera de la sección Política de “Cambio”. Al igual que sus colegas, la todavía estudiante de periodismo de la Escuela Jaime Bausate y Meza hizo público el hecho denunciando directamente a las fuerzas del orden. El uso de un explosivo plástico C4, de aplicación estrictamente militar, apuntó hacia ello.

Por la complejidad de la elaboración de este detonante se acusó como autores a los comandos de demolición y operaciones especiales de las Fuerzas Armadas, dirigidos por el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE). Las entregas de estos sobres bomba, luego del atentado contra Zuñiga, señalaron el objetivo final de esta estrategia señalada paramilitar: acabar con la vida de enemigos políticos acusados de apoyar al terrorismo.
Desde su sala de redacción ubicada en la avenida Petit Thouars, en Lince, el equipo de Cambio dedicó su labor a denunciar y criticar abusos realizados por el gobierno de turno. Para Melissa, este caso de sobres bomba, se sumó a una más de la lista de denuncias por violaciones contra los derechos humanos que desde su ingreso como practicante a Cambio, en 1989, le tocó cubrir.
La destreza y entrega en su labor fueron fundamentales para que sea contratada como una periodista más de este semanario. En su oficio realizó artículos denunciando,al igual que Zúñiga, casos importantes como la desaparición del estudiante Castillo Páez y el asesinato de ocho periodistas en Uchuraccay, dirigido por comuneros de la zona.
El trabajo que siguió el semanario respecto a casos de abusos hacia personajes señalados de terroristas, como el de Castillo, incrementaron las sospechas que señalaban a este diario como «emerretista». Este hecho condujo a que se dirigiera el primer ataque hacia el líder de Cambio, Carlos Arroyo, apenas unos meses después.
La cronología del final en Cambio
El 21 de junio de aquel año, frente a las oficinas del semanario, en el local de la Corporación Peruana de Aeropuertos y Aviación Comercial (Corpac), en Lince, un explosivo estalló. La carta, que iba dirigida hacia el director de Cambio, Carlos Arroyo Reyes, llegó, por error, al lugar equivocado, asesinando a su vecino Víctor Ruiz León.
Melissa Alfaro, al igual que sus compañeros del semanario, tenían temor. Las llamadas amenazantes, que se hicieron constantes en los últimos meses, eran un aviso de lo que se avecinaba para este equipo de reporteros. “ Puta, te vamos a violar y matar”, le decían a Melissa en cada llamada, recuerda su madre Norma Méndez.
Las llamadas se trasladaron luego hacia la casa donde vivía Alfaro junto a su tía, en Jesús María. Asustada, esta joven estudiante, quien ya ocupaba el cargo de Jefa de Informaciones del semanario, le dijo a su madre que trabajaría allí solo hasta diciembre de aquel año. Pero nunca pudo irse.
El diario La República registra que pasado el mediodía del jueves 10 de octubre, un joven de aproximadamente 25 años, se acercó a las oficinas de Cambio. Allí, le entregó al portero Carlos Rivera Rittis un sobre manila dirigido al director del semanario. Por una política de seguridad establecida hace algunos meses en la redacción de Petit Thouars, Rivera decidió revisarlo.

En los extremos abiertos del sobre, Carlos vio recortes de un periódico francés. Su apariencia lo hizo confiar. Recibió el paquete, y después de firmar unas hojas a solicitud del mensajero, lo llevó hacia el segundo piso. Dejó el sobre en la mesa de la oficina de Arroyo y se marchó. Transcurrieron dos horas hasta que Melissa arribara a la redacción después de cubrir una comisión en el Congreso. Saludó a Rivera y a sus compañeros, quienes bajaban al comedor, y se dirigió a su oficina.
En la segunda planta de Cambio no había nadie más que Melissa. Llegó a su escritorio y muy cerca de éste, observó las cartas de correspondencia destinadas a Arroyo. Tal como solía hacerlo por ser Jefa de Informaciones, decidió revisarlas. En ella, halló el sobre manila que habían entregado apenas dos horas antes. Tomó el paquete entre sus manos, extrajo el contenido y al segundo, este estalló.
La onda expansiva del explosivo plástico C4 la arrojó contra la pared de forma violenta. El rostro y la zona pectoral de la reportera quedaron completamente destrozados. El ataque fue fulminante: Melissa había muerto.
Las calles cercanas a la cuadra 23 de la avenida Petit Thouars se fundieron en una total neblina de ceniza producto de la explosión. Rivera, confundido y atemorizado por el sonido del estallido, subió rápidamente hacia la oficina de Cambio. Allí, tirada sobre el piso y en medio de un charco de sangre,vio a Melissa. Gritó y pidió auxilio para salvarla pero ya nada se podía hacer. La policía estaba en camino.
Los miembros de la Unidad de Explosivos (UDEX) que llegaron a los minutos del atentado, revelaron que el sobre contenía el mismo explosivo utilizado en la carta enviada a Zuñiga, revela la revista “Sí”. Este artefacto, capaz de volar todo lo que haya en un radio de dos metros, había sido colocado estratégicamente al medio del sobre junto a periódicos franceses, para pasar desapercibido. La única diferencia con el sobre enviado al abogado del Comisedh, era que este podía ser activado solo bajo presión, producto de un resorte que se sostenía al interior. Por la elaboración de este explosivo, la responsabilidad del crimen se dirigió hacia los mismo actores: las Fuerzas Armadas.

Aquella tarde, la oficina de Cambio quedó con los cables de luz colgados del techo y las paredes descascaradas productos de la explosión. Entre los papeles regados sobre el piso, yacía el cuerpo de la joven periodista. La llegada de la madre de Melissa, hizo aún más triste la escena. Norma Méndez caminó hacia ella y le besó las manos; la observó y la siguió besando. El consuelo momentáneo para ella fue cumplir la promesa de despedirse de su hija. Minutos después, el cuerpo de Melissa fue trasladado a la Morgue Central de Lima.
El caso y una justicia que aún no llega
Las circunstancias en las que Melissa Alfaro perdió la vida llevaron a que sea identificada como la segunda víctima mortal de la estrategia paramilitar de los sobres bombas. Diversos diarios de Lima, como Cambio, denunciaron este hecho por casi una semana entera.
La Comisión de Derechos Humanos, dirigida por el entonces congresista Javier Diez Canseco, sumó el caso de Melissa a su investigación sobre la estrategia fujimorista que seguían desde el atentado a Zúñiga, recuerda su madre Norma Méndez. Los resultados de estas investigaciones se perdieron tras el autogolpe del 5 de abril. Esa misma tarde, un comando militar ingresó también a las oficinas de Cambio para destruirlo todo, recuerda Yehude Simón. Para este equipo de periodistas había llegado el momento de desistir.
Los supuestos sobre la autoría de los envíos de los sobres bomba se confirmaron en el 2010. El ex agente del SIE Víctor Penas Sandoval confesó, aquel año, que fabricó estos artefactos como parte de una operación dirigida por el gobierno de turno para eliminar a presuntos colaboradores de grupos terroristas. No hubo envio que se realizara sin aprobación del jefe facto del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), y asesor presidencial, Vladimiro Montesinos,reveló Penas.

El edificio ubicado en la cuadra 23 de Petit Thouars, donde alguna vez existió Cambio, es actualmente un hotel llamado «Petit Palace». Cerca a este local, son muy pocos los vecinos que saben que ahí existió alguna vez un semanario. Solo algunos adultos mayores que aún residen en la cuadra, recuerdan a los periodistas que trabajaron allí, a quienes acusan , hasta la fecha, de ser «emerretistas» y comunistas.
Ha transcurrido catorce años desde que Norma Méndez denunció al gobierno de Alberto Fujimori por la muerte de su hija ante la Fiscalía Especializada en Delitos contra los Derechos Humanos. En el 2005 recién la Fiscalía de Derechos Humanos dispuso formalizar una denuncia penal contra el expresidente Alberto Fujimori y el exasesor Vladimiro Montesinos como autores mediatos; y contra el exagente del SIE, Penas Sandoval, quien se encuentra en libertad.
A la fecha, el caso ha llegado a la Sala Penal para ser evaluado e iniciar el juicio oral hacia los presuntos responsables. La madre de esta joven periodista menciona que en estas instancias del juicio, solo le queda esperar y seguir visibilizando el asesinato de su hija a través de plantones y marchas pacíficas.
A esta delgada señora de 72 años, sus familiares le piden que desista. Ella se niega, pues para Norma esta lucha no es suya sino de su hija. “Melissa quería un país sano, democrático, dónde no mataran (..) es por su memoria que seguiré este camino, consiga o no justicia”, sentencia.



